“Los ojos de la gente están sobre los justos”



Aquella tarde de sábado frente a su computadora encontró la respuesta a muchas de sus preguntas, se preguntaba si había hecho lo mismo. Cerraba los ojos, estrujaba sus manos contra la mesa, aquella en la que solían reposar sus libros con manchas y anotaciones. Se detuvo un momento, se tocaba el rostro mientras las lágrimas inundaban las teclas, intento detenerlas sin mayor fortuna. Se puso de pie y decidió salir a caminar.

No sabía a donde ir, sentía la necesidad de andar de un lado a otro. En su trayecto se encontró con unos niños que limpiaban las lunas de los vehículos, ellos lo miraron fijamente, en sus rostros se dibujan muchas preguntas, tantas que él no sabía que responder, creyó ver la siguiente pregunta: ¿por qué nos dejan sin esperanzas, no es suficiente con dejarnos sin oportunidades? Aterrado por semejante interrogante salió despavorido del lugar; al doblar la esquina tropezó con una mujer, se quedó mirándola un buen rato, ella vestía una falda ondeada de color verde oscuro, una blusa blanca y una chompa rosada, tenía en sus brazo a una niña, a su alrededor se encontraban algunos tomates, pepinos y bolsas de capulí, la mujer levantó el rostro y le preguntó: ¿desea algo señor? No, respondió. En seguida le preguntó ¿el papá de su niña? Ella agacho la cabeza, una lagrima rodaba en su mejía, trago un poco de saliva, y sollozando respondió ¿sabe Dios dónde se encuentra el desgraciado? Intentando reponerse a lo que había escuchado, él decidió compra algunos tomates y pepinos, después pagar siguió con su caminar.

De pronto vinieron a su mente una serie de imágenes, números de expedientes, juzgamientos, el llanto de una niña víctima de violación, la desesperación de un padre que había perdido su trabajo, el rostro despavorido de una madre que no sabía cómo paliar las necesidades de sus hijos, las llamadas de sus superiores, los pedidos de sus amigos y familiares… su cabeza parecía crecer mientras seguían desfilando sus recuerdos, quería borrar sus recuerdos, olvidar todo aquello que ahora le generaba un nudo en la garganta. Sin darse cuenta empezó a correr, lo hacía tan a prisa que mucha gente lo miraba con recelo y se hacían a un lado al verlo pasar, en aquel momento no pensaba en nada, quería correr sin mirar atrás, deseaba con todas sus fuerzas olvidar que formaba parte de todos esos recuerdos.

Poco a poco sus piernas empezaron a temblar, el aire parecía desvanecerse en sus pulmones, no podía contener su agitación, cerró los ojos mientras su cuerpo caía sobre el pavimento, al caer repetía en su interior: «El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra»[1], «Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras»[2], «Porque el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles. El Señor los protegerá para siempre, pero acabará con la descendencia de los malvados».[3]

Una semana después… abrió los ojos y empezó a mirar a todos lados, las paredes alguna vez debieron de haber sido blancas, la humedad había dibujado nubes marrones sobre el techo, al costado de su cama reposaban sus padres sentados sobre una banca de manera que probablemente hace muchísimo tiempo tenía algunos cojines, quien sabe si los pedazos de esponjas que están sobre ella fueron parte de dichos cojines. Miró fijamente a su padre, quería acercarse a tocarlo, no sabía porque pero sentía esa necesidad. Papá, gritó suavemente. Descansa muchacho, dice el médico que debes descansar, ya habrá tiempo para hablar, le contestó su padre.

Empezó a sentir mucho frio, nuevamente regresaban los recuerdos: números de expedientes, juzgamientos, el llanto de una niña víctima de violación, la desesperación de un padre que había perdido su trabajo, el rostro despavorido de una madre que no sabía cómo paliar las necesidades de sus hijos, las llamadas de sus superiores, los pedidos de sus amigos y familiares…; y en medio de todo ello recordó que su papá había muerto hace algunos años atrás, volvió la vista hacia sus padres y encontró únicamente a su mamá. Decidió no despertarla, abrió el cajón del velador que tenía al costado de la cama, giraba los ojos como queriendo encontrar algo, al no hallar lo que buscaba cerró el cajón. De pronto escuchó que alguien llamaba a la puerta.

Al despertarse encontró sobre su cama una pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe, en cuyo revés había un calendario, al observar el calendario vio que sobre los días de cada mes se habían dibujado unos círculos, entendió así que había despertado el día primero de junio del año dos mil siete, mientras se tocaba la cabeza recordó que el año anterior se había titulado de abogado y que días después perdió a su papá, pensó en las necesidades que tenía que cubrir mientras se alistaba para ir a trabajar, paralelamente repetía para sí mismo «practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios».[4]


[1] Proverbios 21:21.
[2] Romanos 2:6.
[3] Salmos 37:28.
[4] Proverbios 21:3.

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